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sábado, 6 de octubre de 2007

Una reforma a la política en ciencia y tecnología



Por: Ricardo Tapia Opinión Miercoles 26 de Julio de 2006 Hora de publicación: 01:14




Hace unas semanas se distribuyó entre la comunidad científica el documento titulado “Bases para una política de Estado en ciencia, tecnología e innovación (CTI)”, que elaboró un equipo de trabajo organizado por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Este documento se basa en los resultados de un seminario que el Foro realizó durante 2005, así como en “una profunda revisión de las políticas del sexenio actual y del estudio de la ciencia y tecnología en otros países”. Se trata de plantear lo que podría o debería ser la política en ciencia y tecnología en el próximo sexenio. Con este preámbulo, yo esperaba que la ciencia fuera la parte sustancial del documento, por lo que grande fue mi asombro y estupefacción cuando leí el primer párrafo, que dice, bajo el subtítulo “Desafíos de la economía y la sociedad mexicana”: “Existe un relativo consenso en los discursos de partidos políticos y organizaciones de la sociedad sobre los grandes problemas económicos y sociales de México. El bienestar social sigue siendo altamente insatisfactorio, debido a la existencia de una pronunciada inequidad y de elevados porcentajes de población en situación de pobreza. Si bien los índices han disminuido, todavía el 60% y el 20% de la población se encuentra en niveles de pobreza y pobreza extrema, respectivamente. México está entre los tres países en el mundo que registran máximos indicadores de inequidad, mostrando una fuerte desigualdad en la distribución del ingreso”. Los párrafos que siguen a esta declaración hablan de economía, TLCAN, industria, competitividad, mano de obra, necesidades sociales, sectores productivos, desempleo, etc., pero nunca de ciencia. Con esta base, se asevera que “el gobierno debe promover un cambio de las concepciones entre ciencia y tecnología, por un lado, e innovación, por otro”, y que esto sólo es posible “si se transforman radicalmente las organizaciones de investigación científica”. ¿Cómo puede sugerirse una transformación radical de algo que ni siquiera se ha mencionado?
En la siguiente sección, “Sesgos y carencias del sistema de ciencia, tecnología e innovación”, el documento expresa una frase devastadora para la ciencia en nuestro país, la cual en mi opinión refleja que quienes lo elaboraron no conocen, o no quisieron reconocer, qué es la ciencia: “El excesivo énfasis hacia la investigación surgida al interior de la comunidad académica, guiada por la curiosidad, se sobrepone a los limitados incentivos para fomentar la investigación orientada a problemas nacionales”. Después de este brutal ataque a la ciencia que se hace en México, ya que es precisamente la comunidad académica la que la realiza, el documento se lanza contra el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), acusándolo falsamente de que “su modo de operación no ha conducido a un cambio radical en la posición de la ciencia mexicana a nivel internacional”, y de que “el crecimiento del número de investigadores presiona de forma significativa sobre el presupuesto disponible de Conacyt en detrimento de los fondos para otras actividades de fomento de la investigación y coordinación del sistema de CTI”. Sobre este endeble y equivocado razonamiento, se propone que el presupuesto del SNI no gravite sobre el Conacyt sino que sea absorbido por las instituciones de educación superior (IES), pero que, contradictoriamente, ¡la evaluación sí la siga haciendo el Conacyt! Esta sería la mejor manera de acabar con el SNI; ¿de eso se trata?
En el documento no aparece ni una sola vez el término “investigación básica” (cada vez que se menciona el adjetivo “básica” es para calificar a las necesidades sociales), y el término “conocimiento” aparece 17 veces, 15 de las cuales se refieren al conocimiento para la productividad, la transferencia, la absorción, el desarrollo económico, la satisfacción de las necesidades sociales, las empresas, y términos similares. Una sola vez se menciona la “creación del conocimiento en la frontera científica”, pero para señalar que éste es uno de los perfiles de las capacidades existentes en las IES. Partiendo de la base incontrovertible de que la generación del conocimiento es justamente lo que define a la ciencia (no a la tecnología), y después de los párrafos mencionados arriba, es quizá entendible por qué me quedé asombrado al leer este documento: es un proyecto que ignora justamente lo que pretende reformar y mejorar, la actividad científica en México. Por eso, creo que si se aplican sus sugerencias lo que se logrará es debilitarla.
Para expresar mejor las bases de este juicio, quisiera citar algunos de los conceptos fundamentales que utilizaron los científicos franceses para defender la investigación científica en su país, después de la crisis de 2003, que obligó a los investigadores a protestas que incluyeron manifestaciones y renuncias de muchos directores de institutos de investigación. A raíz de este movimiento, los científicos franceses organizaron un gran plan, llamado “Sauvons la Recherche!”, mediante grupos de trabajo sobre cuatro grandes temas, coordinados por un Comité a cargo de la Academie des Sciences. El fruto de este esfuerzo fue un excelente documento, que en mi opinión sitúa a la investigación científica (la recherche), es decir a la ciencia, en su lugar real, y expresa muy claramente su importancia en la sociedad. Una gran virtud del documento es su universalidad, pues aunque obviamente se refiere a los problemas de Francia, los conceptos básicos, la identificación de los problemas y las propuestas de solución son aplicables a muchos países, y desde luego a México. No tengo aquí espacio para ampliar esta aseveración, pero espero que los siguientes conceptos del documento francés sirvan para ilustrar cómo se debe analizar la situación de la ciencia en un país (México) para poder hacer propuestas de reforma que realmente la mejoren. Estos conceptos contrastan enormemente con el documento del Foro, que sólo trata de los problemas económicos y sociales y ¡otra vez, como desde hace decenios!, insiste en que el papel de la ciencia es resolverlos, sin mencionar siquiera qué es la ciencia y diferenciarla de la tecnología.

Los cuatro grandes temas del documento francés son: Investigación y sociedad, Organización y financiamiento de la investigación, Actores de la investigación, y Evaluación. Como uno esperaría, el documento empieza por reconocer qué es la ciencia y por una descripción de las características de la investigación básica, definida así: “una actividad que no tiene una línea directa con la solución de los problemas sociales; la ciencia no puede funcionar más que elaborando desde ella misma sus propias preguntas, al margen de la urgencia y la deformación inherente a las contingencias económicas y sociales”. En consecuencia, el documento señala que: “1. La primera misión de la investigación es la generación de los conocimientos científicos. La investigación científica posee su propia lógica, que implica un principio de autonomía, garante de la coherencia y de la racionalidad de esta actividad. Por ello, debe someterse a una evaluación rigurosa. 2. La difusión del conocimiento científico por los científicos, en relación con el sistema educativo, las instituciones culturales, los medios y las organizaciones políticas, establecen una unión indispensable entre los investigadores y la sociedad. 3. Es por esto que la formación y la educación en y por la investigación constituyen un elemento esencial para formar un espíritu crítico que contribuya a que la sociedad pueda y sepa actuar en el mundo en evolución en el que vive.”
En línea con estos conceptos de aplicación universal, independientemente del país de que se trate, la ciencia debe ser considerada un bien público del cual el Estado debe ser el principal garante y promotor, ya que tiende a resolver uno de los mayores problemas nacionales: la ignorancia, la deficiente educación, la carencia de información científica para tomar decisiones, la incultura y el fanatismo, la falta de recursos humanos calificados. Mientras esto no se reconozca, cualquier reforma en la política científica y tecnológica resultará contraproducente. Propongo que la reforma empiece por reconocer estos conceptos fundamentales.

*Investigador Emérito, Instituto de
Fisiología Celular, UNAM
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias (CCC)

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