
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se prepara para elegir nuevo rector en medio de un clima de estabilidad construido por el doctor Juan Ramón de la Fuente, quien tomó las riendas de la institución en medio del caos y la incertidumbre, en 1999, y la entregará en 2007 renovada, pero con retos evidentes para transitar hacia la sociedad del conocimiento.
El lunes 8 de octubre se publicará oficialmente la convocatoria para iniciar el proceso de sucesión, lo que dio pie a que ayer De la Fuente. rodeado de sus predecesores, destacara los beneficios del trabajo universitario.
Generaciones de mexicanos están unidos por lazos entrañables que se entretejen en Ciudad Universitaria, uno de los proyectos sociales más importante del país porque ciertamente su influencia en la sociedad no se limita a educar muchachos, sino que derrama sus bondades a toda la sociedad, coadyuva a la capilaridad social, egresa profesionistas bien preparados y contribuye —no sin esfuerzos— a hacer la mayor parte de la investigación que se realiza en el país.
La inclusión de la UNAM como una de las entidades académicas más prestigiadas del mundo, de acuerdo con serios listados en la materia, como el del diario The Times, de Londres, así como la diversificación de sus horizontes al vincularse con universidades estatales y foráneas, son el legado de un rector que rescató para la Universidad respetabilidad y fortaleza.
La historia de ese espacio de encuentros que ha significado esa Universidad en la que centenares de miles de mexicanos encontramos un punto de convergencia necesita ser valorada en esta coyuntura de crispación y polarización.
La institución, independientemente de las autoridades que la presidan, como se reconoció ayer, tiene que fortalecerse porque el de la UNAM es un proyecto siempre inacabado y mejorable.
Adentro hay trabajo por hacer. Se requieren recursos que vayan, más que a la administración, a la docencia y la investigación.
Es deseable que el proceso universitario de selección de su máxima autoridad transcurra sin disrupciones y que, una vez concluido, se transite hacia un nuevo rectorado de manera tersa y ordenada, respetando aquellos programas que han funcionado y le han dado brillo a la institución en los últimos años, combinados con iniciativas nuevas e imaginativas que la mantengan a la vanguardia y le permitan recuperar el campo perdido en la preferencia de los empleadores.
La UNAM debe seguir conservando su lugar de conciencia nacional y rescoldo de muchos de los mejores hombres y mujeres de la patria. Un papel que pasa por ser eje académico y origen de ideas científicas y políticas, pero también creador y difusor de la cultura, elementos indispensables para una vida plena en la República.
Una universidad pública fuerte siempre será garantía para un México que aspire a construir un futuro mejor. Por muy confrontados que estemos, siempre se podrá recurrir a un espacio de ideas, donde caben las pasiones ideológicas, pero no las miserias partidistas, y donde todo universitario pueda vibrar con un Goya sabiendo que por su raza hablará el espíritu.
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